Sin duda, la temporada de exámenes es un ejemplo claro de cómo el estrés y la ansiedad pueden hacer mella en nuestra salud. Por eso, conviene estar preparado tanto física como psicológicamente, y tener la energía para dar ese empujón final a nuestros estudios.
En este tiempo, millones de estudiantes preparan sus exámenes para aprobar la mayor cantidad posible de asignaturas, y poder disfrutar de un merecido descanso en los meses de verano,que nos permita desconectar de nuestra rutina y reponer las energías de tan duro esfuerzo.
Y es que, en estos días, el desgaste físico diario se une al agotamiento psíquico y mental que produce no sólo la rutina académica, sino el propio estudio en sí para estos citados exámenes. Por ello, es fundamental mantener una dieta equilibrada, dado que, de por sí, una dieta considerada como inadecuada, puede llegar a perjudicarnos tanto en el propio desarrollo mental como físico.
La masa cerebral representa sólo entre un 2% y un 3% del peso corporal, pero en lo que respecta al consumo de energía absorbe hasta un 20% de las propiedades energéticas de los alimentos. Precisamente por este hecho, si el aporte de hidratos de carbono es insuficiente, el cerebro obtiene la energía a partir de otros nutrientes, como las proteínas o las grasas.
No obstante, es imprescindible indicar que no debemos descuidar nuestra dieta por tener más horas de estudio, y estar inmersos en ello, pues al igual que no aprobarás si no has estudiado correctamente y lo debido, nuestras propias energías y vitalidad física se resentirán considerablemente, sintiéndonos cansados, agotados, y faltándonos una energía vital y algo más que necesaria para estos precisos momentos.
Aunque se crea lo contrario, no es necesario aumentar el aporte de calorías, debiéndose cuidar -muy mucho- el aporte de determinados nutrientes, fundamentalmente, aquellos necesarios para el correcto funcionamiento del sistema nervioso: vitamina E o tocoferol, vitaminas del grupo B, oligoelementos (litio, silicio, selenio y cromo) y algunas sales minerales (en especial, potasio, magnesio y zinc).
No debemos pensar que nuestro rendimiento académico -totalmente- tiene que ver con nuestra alimentación, sino más bien con nuestro estado anímico (la disposición en sí), en la capacidad del propio alumno, en su confianza en sí mismo, en haber estudiado lo suficiente, y en la propia capacidad personal.
Pero, eso sí, una adecuada nutrición puede ayudar al estudiante:
- Como ya hemos visto en muchas ocasiones, el desayuno es una de las comidas más importantes del día, pues ayuda a afrontarlo con energía, vitalidad y fuerza, a no sufrir déficits de glucosa que repercuten negativamente en el rendimiento escolar.
Un buen desayuno podría ser dos yogures o un vaso de leche (acción que podemos hacer al menos dos veces al día, al contener mucho calcio), cereales o galletas, tostadas con margarina y mermelada, un zumo y una pieza de fruta fresca.
- A media mañana, en el descanso de los estudios, o incluso del propio exámen, podríamos tomar una pieza de fruta, la cual nos dará la energía perdida durante el esfuerzo hecho en la mañana.
- Durante el almuerzo, como primer plato no debería faltar un buen plato de ensalada, o de verdura cocida, pues aporta potasio, magnesio, ácido fólico y fibra. Platos a base de arroz dos o tres veces por semana es una muy buena elección, no olvidando también el consumo de legumbres, en este caso, al menos también dos veces por semana. A diario, las patatas deben estar presentes en la dieta, pues son ricas en potasio e hidratos de carbono.
De segundo plato, una sabia elección podría ser carne o pescado, acompañados de huevo (aunque no diariamente).
Y, como todo esfuerzo se merece un premio, para el postre la mejor elección es fruta, especialmente fresca.
- Para la cena, comida que deberemos hacer también con la mayor tranquilidad y relajación posibles, podríamos elegir una ensalada, un poco de embutido, fruta y un vaso de zumo.
En estos precisos días, es inevitable sentirse nervioso, estresado, e incluso ansioso hacia lo que pueda ocurrir. En este caso, debemos indicar que, ante todo, debes creer en ti, en el esfuerzo realizado, y en que realmente te mereces aprobar, dando lo mejor de ti en el exámen.
Para ello, lo más importante es descansar correctamente, y dormir las horas suficientes, hecho que nos ayudará a rendir mucho más y mejor, pues, ¿de qué serviría quitarle 4 o 5 horas al sueño pensando que no se tiene realmente tiempo, si luego no rendirás lo que verdaderamente podrías haber rendido al haber recuperado esas horas con energía y vitalidad?
La planificación es, también y sin duda, la clave del éxito. No deberemos preocuparnos por los resultados, pues únicamente vivimos el momento presente, y debemos dar lo mejor de nosotros para poder afrontar con tranquilidad y confianza el exámen.
Un exámen que no deberá ser definido como una “prueba más”, sino una forma de aprender, de crecer no solo académicamente, sino también de forma personal, y pensar que el aprobado será nuestro, y no de la suerte: éste se debe a la valía del alumno y al esfuerzo realizado, nunca a la fortuna.
Eso sí, el último día antes del exámen déjalo simplemente para descansar, para meditar o relajarte cómodamente, con aquellas pequeñas grandes cosas que te relajan: salir con los amigos, escuchar música, ver una buena película… Revisar los apuntes hasta el último momento es -precisamente- lo que genera ansiedad.
También, es totalmente inevitable sentir nerviosismo justo momentos antes del exámen. Pero, aunque parezca una opción claramente utópica, hacerlo puede llegar a ser francamente divertido: interpreta la excitación y el nerviosismo como un cosquilleo positivo, respira hondo, piensa que tú puedes, y no lo vivas como un estado de angustia y ansiedad.
Y, por lo demás, simplemente confía en ti mismo, en tu valía, en tu esfuerzo, y verás que todo sin duda alguna saldrá incluso mejor que lo esperado.
¡Ah!… y, suerte.